jueves, 31 de diciembre de 2009

Lo que se va y lo que vendrá...

Las narraciones expuestas a continuación, son publicadas con el fin de no dejar nada en el tintero. Aunque quizá no estén terminadas o podría haber trabajado más sobre cada una de ellas, hago humilde entrega de las mismas, para no dejarlas ocultas y sepultadas una década atrás. Porque después de las doce no hablaré más del año que se fue ni de 2009; diré que la década pasada... y sentiré nostalgia o alegría por haber hecho todo lo que he deseado. También por haber aprendido de lo que me ha perturbado.

Gracias por acompañarme en este nuevo emprendimiento, por mostrarse satisfechos o disconformes con lo que expreso. Las diferencias siempre son buenas. Las críticas ricas y bien recibidas. Éxitos y sigan soñando porque soñar realmente no cuesta nada.

Último suspiro

Puedo viajar miles de horas, pero jamás sabré cuando se detiene el tiempo. Nunca aprenderé a parar ese croquis que perturba nuestro encuentro.
Amores imposibles que se cruzaron para quedarse; o quizá tu los hilaste para amarrarlos y hacerlos actuar en tu show. En ese titiritero que es tu casa. Allí, donde las marionetas se desplazan del living al dormitorio.
La cama, tan grande como tus mentiras. El silencio, tan abrumador y cómplice como mi mirada. Mirada que legitima tus cuentos.
No tengo ganas de verte. Sin embargo, es hacia tu espacio a donde me dirijo. No puedo evitarlo. Quizá vaya en busqueda del último beso. Aquel que me quemará los labios. Me hará arder de pasión y luego odiaré por haber saboreado la incredulidad de tus palabras.
No quiero verte más y lo estoy afirmando. Como le he dicho a otros: fue bueno mientras duró. Se terminó. Hasta acá llegó mi paciencia, mis ganas y mi entrega con amor.
Buena suerte y hasta luego.

Música para mis oídos

Tu piano consume la energía de tus manos para transformarla en caricias de una composición melódica. Después te ata y presiona fuerte con sus notas musicales para que no lo dejes.
No quiere estar solo de nuevo. No quiere seguir durmiendo en el estudio cubierto por una capa de ácaros de polvo. Tampoco quiere que lo ocultes debajo de esa funda gris que opaca su belleza y lo destierra al olvido.

Tu piano quiere sonar. Quiere hacer bailar a las notas y complacer de felicidad mis oídos.

Ego- Consumo ( Primera Parte)

De vez en cuando, por la mañana, me levanto pensando que algunas personas en ciertas ocasiones resultan ser frías, calculadoras y maniáticas. ¡Que curioso! La otra noche cuando caminaba por alguna calle de la ciudad de La Plata me encontré con una de ellas. A decir verdad no puedo declarar con certeza que se tratase de una persona...
Hago el esfuerzo por recordarla y se me desenfoca con mayor facilidad su imagen. Van y vienen los colores en mi mente intentando hacer algún retrato de aquello, pero enseguida se dispersan como arena en mis manos. De lo que estoy seguro es de que era oscura y trémula...pero sólo de eso.
No tengo idea cómo, pero aquella sombra me había dejado impresionado. Calculaba que debió haber sucedido algo entre nosotros, sino por qué motivo me seguía preocupando por aquello. Entonces sin querer, aunque no tanto, me obligué a deshacerme de la incertidumbre que me causaba.
Con el tiempo, creo, que me he puesto bastante viejo para los acertijos y desde hace rato no puedo adivinar ninguno.
Mi ansiedad persistía. Eso significaba que debía resolver mi duda; aunque siempre con un poco de orgullo decidía tirarla al tacho y encargarme de las cosas de mi vida que realemente tenían importancia. Sin embargo se presentó otra inoportuna duda: ¿Cúales cosas importantes?
Fue así que comencé a reordenar mis extraños pensamientos. Empecé por la infancia. ¡Ay la infancia! La llegada de mi divino ser a la tierra. Todos estaban felices de verme. Lógico nacía con las revoluciones estudiantiles, con los hitos que marcaron la historia, nacía. Más tarde vi la caida de un muro y así la vida me pasó por encima.

Una extraña sensación

Empezaría por tus brazos. Los recorrería con un cosquillieo infinito hasta llegar hasta tus hombros. Me detendría. Rozaría tu cuello, pero sólo un suave roce. Accidentalmente me desvanecería en tu espalda y allí te acariciaría suave y lento con mis manos limpias y puras, hasta lograr pegarme como esos lunares se fijaron una vez en ella.

Locos entre versos

Algunos escritores son paranóicos porque todo en el tiempo en su cabeza están creando historias a partir de sus propias vivencias; además son masoquistas porque en vez de escribirlas, las piensan, se las guardan para si mismos y luego se las olvidan.
Asi soy maso menos y no se si soy escritora. Al menos, no todavía.

El último deseo

Se sintió defraudada. Esta vez, las cartas no habían puesto el juego a su favor. Sabía que iba a sufrir, pero no con tanta inmediatez. Despúes de aquella noche de lujuria y verborrágico deseo la noticia la dejaba piantada como loco en su balada.
Entre llanto e impotencia dejaba deslizar la historia entre sus dedos. Respondió a cada tontería que él sin darse cuenta decía, pero no sentía. Leía sus palabras y se abría de a poco la herida. Como una puñalada, o lo que es peor, como sentir el filo y la punta de la daga, que aferrada al pecho, quita el aire y lo comprime todo en un nodal infiernal.
Sabían que se estaban lastimando. Quizá también estaban perjudicando a terceros. No les importó.
La noche anterior a la despedida se habían encontrado en el departamento de Gabriel. La única excusa de la cita no era el sexo. Por lo menos, para Carolina, esa no era su única intención. Ella quería verlo. Tenía ganas de pasar un agradable rato a su lado, pues cuando estaban juntos, ella se sentía a gusto con las charlas, las miradas y las analogías que hacían de la vida. Eran telepaticamente perfectos.
Carolina se fue de una fiesta a las cuatro de la mañana. Todavía era de noche y el cielo estaba estrellado. Nada podía salir mal. En sus planes estaba tomar un taxy, pero una amiga que iría de pasada por aquellas calles, la alcanzó hasta la casa del muchacho. La esperó a que bajara, le deseó suerte y se fue.
Nunca se imaginó, que esa sería la última vez que bajaría del auto para consumar la pasión infinita de dos corazones exaltados. Que entraría por esa puerta de aluminio, negra, antigua, que chillaba al abrir y jamás volvería a hacerlo.
Mandó un mensaje de texto para anunciar su llegada. Hace rato que se acostumbra a hacerlo de esa manera. Sin embargo, como habían pasado unos minutos, continuaba entre las dos puertas del portal del edificio. Entonces, no le quedó más remedio que tocar el timbre.
Inmediatamente le abrió. Estaba un poco dormido. Eso enterneció su cara de niño grande, bajo el síndrome de peter pan. Solían hablar de este caso psíquico en sus charlas de los jueves a la tarde o de los lunes a la noche por chat. Siempre podían hablar de lo que fuera. Sin problemas.

El se apoyó sobre el borde de la mesa. Tomó sus manos y las colocó alrededor del cuello, para que sus caras se acercaran y de a poco comenzaran a rozar, primero sus mejillas, luego sus bocas. Se entremezclaban las risas cómplices de un acto vanal. la debilidad corporal empezaba a manifestarse. Era terrible el carisma que comunicaban aquellos sujetos.
Continuaron dejandose llevar por la pasión que desataban los besos. Hasta que sintieron que era el momento de pasar a un cuarto intermedio.
El dormitorio, pequeño, pero inmenso para Carolina un día después de lo ocurrido.

Los minutos se desvanecían; para ellos no había reloj posible. Comenzaron por los besos. Valbucearon algunas palabras. Todos los gestos y mimos quedarían grabados en la memoria de ambos, para siempre. Jugaron al cíclope. Continuaron emanando risas de una complicidad cruel y dolorosa.
Seguido de un movimiento que los posicionó sobre la cama de costado, pero enfrentados. Entonces, él, le deslizó el jean suavemente.
De fondo se escuchaban los temas que les gustaban. Esas canciones que alguna vez fueron sus predilectas; o quizá lo sigan siendo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

UN EXTRACTO VIVO

La Conversación
Roland BarthesFragmentos de un discurso amoroso
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es “yo te deseo”, y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Sacada Re

Quiero escribir esta resaca que ya no cesa de dolor. Que miran atónitos mis ojos cuando en un espejo la ven reflejar. Reflejar aquel malestar incalculable, aquella sed de verdad.
La incomprendida por mi, por vos. Por la razón irracional de este sistema. ¿A quién querés echar la culpa? ¿A quién? Si yo no fui y vos tampoco.
Tu voz no me ha dejado así. Esta resaca va a bailar hasta que sus palabras se hagan esclavas de mi interior. Hasta que se canalice la furia con la que la detesto. Hasta que los efectos dejen de ser limitados y la nostalgia se aburra de mi casa. Allí, cuando vuelva a mirar por ese espejo y no encuentre a mi otro yo piantado, sino presente a mi yo más vivo.