Tu piano consume la energía de tus manos para transformarla en caricias de una composición melódica. Después te ata y presiona fuerte con sus notas musicales para que no lo dejes.
No quiere estar solo de nuevo. No quiere seguir durmiendo en el estudio cubierto por una capa de ácaros de polvo. Tampoco quiere que lo ocultes debajo de esa funda gris que opaca su belleza y lo destierra al olvido.
Tu piano quiere sonar. Quiere hacer bailar a las notas y complacer de felicidad mis oídos.
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