Empezaría por tus brazos. Los recorrería con un cosquillieo infinito hasta llegar hasta tus hombros. Me detendría. Rozaría tu cuello, pero sólo un suave roce. Accidentalmente me desvanecería en tu espalda y allí te acariciaría suave y lento con mis manos limpias y puras, hasta lograr pegarme como esos lunares se fijaron una vez en ella.
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